La política y el odio
Neuro J. Villalobos Rincón*
El odio en política no debe existir, en su ejercicio hay aliados y adversarios. Sin embargo, ambos personajes han hecho mucho daño al país y, concretamente, a buena parte de su población
“Acumular amor significa suerte; acumular odio significa calamidad”. Paulo Coelho.
Chávez y Maduro no han sido ni pueden ser catalogados como corrientes del pensamiento. A mi modo de ver no se debe hablar de chavismo ni de madurismo. Ellos han sido una expresión de resentimiento social y de odio a todos quienes les han adversado. No han escrito un modelo articulado por donde discurre el pensamiento sobre el Estado, la sociedad y el individuo. No han aportado un cuerpo doctrinal, ni siquiera una categoría conceptual.
El odio en política no debe existir, en su ejercicio hay aliados y adversarios. Sin embargo, ambos personajes han hecho mucho daño al país y concretamente, a buena parte de su población. Han tratado de insuflar odio entre los venezolanos, tratando de dividirnos socialmente, pero su prédica se ha revertido y es indudable que el pueblo los odia debido a la destrucción material y espiritual de la nación. Eso quedó demostrado en las elecciones del 28 de julio de este año 2024.
Aquí cabe la interrogante: ¿Qué razones tan abyectas impulsan a quienes Dios coloca en posiciones privilegiadas para hacer el bien y lo que hacen es tratar de inocular el veneno de su propio espíritu resentido al cuerpo social? El diccionario de la Real Academia define el odio como “aversión a una persona o cosa cuyo mal se desea”. El Dr. Alfonso Ávila Mayor en su ensayo titulado: El odio, realidad pro-existencial vs pasión humana destructiva, define el odio como “un sentimiento contrario al amor, a la solidaridad humana, a la amistad y como veneno del propio espíritu una amenaza permanente para el odiado». Su expresión típica es el ensañamiento, y es un acto de cobardía ensañarse con alguien escudado con el control de todos los poderes del Estado.
Esa obsesión desmedida por el poder que hace que se sientan siempre amenazados, los lleva a sentir un odio patológico que los impele al deseo violento de aniquilar a quienes considera que quieren quitarle el objeto de sus deseos. Carlos Gurméndez citado por el Dr. Ávila dice que los odios muchas veces parecen inmotivados y los llamamos absurdos, pero en realidad, odiamos porque presentimos un peligro. Es obvio que en esa situación se han sentido Chávez, Maduro y sus seguidores, por un lado, y el resto de los venezolanos por el otro.
Sin embargo, siguen avivando la llama del odio, y lo hacen con la soberbia que los caracteriza. Un odio tan estéril como infecundo que nos lleva a un proceso acelerado de pérdida de valores sin crear nada positivo a cambio. Un odio como lo manifiesta el mencionado Dr. Ávila, “satánico, ciego, negativo y estúpido” que nos ha metido en una encrucijada y nos ha arrojado por un abismo sin consideración alguna.
El ser humano siempre llega a sentir odio contra todo lo que le oprime, de allí que es recomendable que atendamos las advertencias de Osmraam Aivanhov que nos señala: “que cada uno de nosotros debe saber cuándo manifestar la indulgencia y cuándo el rigor porque sobre este equilibrio está basada la vida en sociedad”.
Se requiere serenidad y paciencia como lo ha demostrado María Corina Machado. Tenemos que guardar el equilibrio entre la razón y la emoción como nos expresa Gibrán, “porque la razón si gobierna sola, es una fuerza que limita, y la pasión sin guía es una llama que arde hasta su propia destrucción”.
Para los verdaderos cristianos este debe ser un momento de acercamiento entre todos los venezolanos de buena voluntad. Debemos enterrar la prédica del odio e invocar la reconciliación en la unidad. Qué los seguidores de Chávez y Maduro, que ahora son muy pocos, no se equivoquen con nuestra sensata actitud y pretendan aplicar la política de tierra arrasada ante el inminente derrumbe de su propia existencia, pero que tampoco los ultras contrarios se dejen aconsejar por el desespero o la impaciencia tratando de precipitar acontecimientos indeseables.
Es conveniente recordar el pensamiento del verdadero y real Simón Bolívar como lo expresó el gran Pablo Neruda: “Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos, La paz, el pan y el trigo de tu sangre nacieron, de nuestra joven sangre venida de tu sangre saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos”.
*Director de VenAmérica