El estado del descaro
Miami, 5 de junio de 2023
Por Neuro Villalobos *
Nos ubicamos así en un proceso de regresión cultural en donde el gobierno ha sido el principal agresor del Estado y de su población
“La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado sino solamente del porvenir”, Enrique Krauze.
Hace ya más de treinta años de aquella asonada militarista fracasada en medio del ruido de unos tanques y del miedo propio de soldados engañados y comandantes cobardes, lo cual debe ser motivo de reflexión para todos los venezolanos.
Somos testigos excepcionales de un proceso de descomposición social acelerado producto de una montaña de recursos usados sin escrúpulos para la compra de conciencias y para enriquecerse ilimitadamente por parte de unos delincuentes disfrazados de políticos a quienes gusta autocalificarse de “revolucionarios’ sin el más mínimo sacrificio en aras del progreso y la libertad del pueblo, pero si mucho esfuerzo por robar, perseguir, matar y llenar sus propias arcas y la de los candidatos y gobernantes de la misma calaña en actos solidarios.
Vivimos un tiempo de desenfreno monetario a expensas de la salud económica de la Nación que se encuentra en ruinas, donde el valor de la palabra no tiene sentido, reafirmando aquél viejo aforismo que nos dice que nadie ofrece tanto como el que no piensa cumplir, porque embusteros si son.
Debe ser motivo de preocupación extrema ese acelerado proceso de destrucción material y moral de la República, hoy en disolución, pero más alarmante aún es la sordera y el desdén por parte de algunos dirigentes políticos de la alternativa democrática en oposición, ante las consecuencias de un conjunto de leyes elaboradas y aprobadas por la Asamblea Nacional oficial, obediente y complaciente con el régimen, que han provocado un gran apagón en la calidad de vida de los venezolanos.
Nuestro genial escritor y cultivador de las artes José Ignacio Cabrujas en su estilo muy particular, caracterizó al Estado Venezolano como el “Estado del disimulo” para referirse en aquél entonces, al sentido de provisionalidad, del mientras tanto y del por si acaso, propio del campamento-hotel que en varias de sus obras caricaturizó a lo que teníamos como país. Analista cultural juicioso, concluyó en que el Estado venezolano “es simplemente un truco legal que justifica apetencias, arbitrariedades y demás formas del “me da la gana.” Es decir, yo hombre de poder determino lo que es Estado y lo que es ley.
No imaginó Cabrujas en su tiempo que pudiera llegar a gobernar nuestro país un grupo de delincuentes y resentidos que con tanto cinismo y desparpajo nos tomara nuevamente como campamento desde el cual extraer sus riquezas para exhibirlas y gastarlas por el mundo, transformándonos del Estado del disimulo en Estado del descaro.
Nos ubicamos así en un proceso de regresión cultural en donde el gobierno ha sido el principal agresor del Estado y de su población. La concentración de poderes, el uso indebido de sus funciones, la malversación y robo de los grandes recursos por funcionarios de mala conciencia y “enchufados” maulas, les ha permitido hacer lo que les da la gana sin el más mínimo respeto por los ciudadanos y sus derechos.
Hemos llegado al Estado del descaro. El país está saturado de vicios que provienen desde el régimen, de tal manera que como manifiesta Cabrujas, “la expresión circunstancial del Estado, que es el gobierno, es la de un cretino al que debes engañar si quieres sobrevivir”, y Savater nos ha dicho que se puede vivir de muchos modos pero que hay modos que no nos dejan vivir. Lamentablemente parece que nos hemos habituado a vivir de cualquier modo.
Eso no puede ser porque la máxima aspiración de todo ser humano es vivir bien y en libertad. De modo que los venezolanos tenemos esa responsabilidad ya que cuando dejamos que otros digan y hagan cualquier cosa en nuestro nombre, sin siquiera consultarnos, es porque la hemos perdido.
Es nuestra responsabilidad evitar que la sociedad venezolana se desintegre y que continúen los actos de traición a la Patria. Hagamos caso omiso a los mensajes de odio, al lenguaje instigador y manipulador, al tono irrespetuoso que ha pretendido dividirnos en clases distintas e irreconciliables; no permitamos que el conflicto se convierta en guerra y el diálogo en ofensa tanto entre nosotros mismos como entre las naciones del mundo. Es posible vivir mejor y en libertad pero para ello requerimos con urgencia un cambio de rumbo donde podamos aplicar la justicia sin impunidad y que nos haga refractarios a la venganza.
Ya falta poco y como dice Henry Hazlitt, “el mayor peligro actual es que la impaciencia y la ignorancia se puedan combinar para destruir en una sola generación, el progreso que llevó incontables generaciones a la humanidad conseguir”.
* Director de VenAmérica