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El paradigma de la posmodernidad

Por Neuro J. Villalobos*

Soy de los que creen que el venezolano no ha vivido ni vivirá jamás la neurosis colectiva observada en aquellos pueblos que han sido sometidos por la insania mental de un Hitler (nazismo), Mussolini (fascismo), Stalin, Kim Il Sun o Castro.

Se trata de corregir el error histórico de haber permitido que alguien se apropiara del poder con la intención de destruir la democracia y convertirse en dictador.

A pesar de que Víctor Frankl nos dice, con mucho acierto, que “La primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida”, pareciera que en realidad, los hombres actuamos, sin distingos de raza, religión y cultura, de manera irracional en contrasentido de ese propósito, por lo que la vida se nos torna en un sin sentido.

Las guerras, por ejemplo, cualquiera que sea su motivación, a mí me parecen sin sentido, dirigir un país por la fuerza y en contra de la voluntad de su población hasta convertirla en una férrea dictadura o someter a otros por satisfacer sus caprichos o deseos personales, atropellando su dignidad; reducir sus espacios de libertad por estar en desacuerdo con su forma de pensar, son a mi manera de ver las cosas, actitudes sin sentido cuando son situaciones que se pueden resolver usando muchas formas de acuerdos que la inteligencia humana provee, en lugar de asumir una posición de conflicto donde la vida de los seres humanos poco importa o no importa nada.

Pensar en un futuro seguro y luminoso es darle un sentido más profundo a nuestra vida. Es proponerse un objetivo concreto y positivo, como sería por ejemplo, restablecer la fortaleza interior para lograr vencer los obstáculos y dificultades que impiden actuar con libertad plena en beneficio de la humanidad. La libertad interior dice Víctor Frankl, “puede elevar al hombre por encima de su destino adverso.” La fe en el futuro, en un futuro mejor y en paz, nos debe impulsar a acumular las fuerzas espirituales necesarias para impedir la pérdida de confianza en nosotros mismos y creer que es posible superar la quiebra moral y material de un país cualquiera.

Soy de los que creen que el venezolano no ha vivido ni vivirá jamás la neurosis colectiva observada en aquellos pueblos que han sido sometidos por la insania mental de un Hitler (nazismo), Mussolini (fascismo), Stalin, Kim Il Sun o Castro (comunismo), quienes propiciaron un vacío existencial en las sociedades que en mala hora les ha tocado dirigir, aun cuando Chávez y Maduro han intentado acercarnos a esos regímenes. La prédica oficial repetitiva ha sido que la felicidad futura no es posible sin la existencia de un líder al cual le atribuyen poderes sobrehumanos, más allá de los poderes de Dios, en un desmedido culto a la personalidad.

Tenemos que asumir la bandera de que la construcción de un futuro seguro y mejor es posible si empezamos desde ya por cambiar el rumbo y el orden de cosas producto de un pensamiento envejecido que amenaza con destruir el país totalmente, lo cual hace prever mayores dificultades para vivir la vida con dignidad. Debemos asumir con firme convicción, la orientación de nuestro propio destino con talento y coraje, venciendo el miedo y la desesperanza como ya lo ha demostrado nuestra historia.

Recordemos ese viejo, pero vigente adagio oriental que nos dice que si queremos conocer nuestro pasado miremos el presente que es su consecuencia y si queremos conocer nuestro futuro, miremos el presente que es su causa. Para asegurar un futuro de bienestar y prosperidad es imperativo impedir el avance de esta desquiciante realidad presente sustentada en ideas caducas y construir las bases de un futuro orientado sobre el esfuerzo creador de los venezolanos. Demostremos que no puede haber comparación entre las hordas indecentes que dirigen circunstancialmente al país y la pléyade de hombres y mujeres decentes y bien formados, que luchamos por un mejor y venturoso futuro para todos

Tenemos que decidir sin miedo entre dos sistemas de vida diferentes y contrapuestos; o vamos hacia una forma de organización social donde nadie es propietario de nada, donde la propiedad se hace supuestamente colectiva y en consecuencia pasa a manos del Estado omnipotente, omniabarcante y omnipresente y de una camarilla que lo dirige, o vamos hacia otra donde se promueva, estimule y respete la propiedad privada y las libertades individuales y colectivas, así como se precise la función social de una y los límites de las otras.

Nos decidimos por una forma de gobierno dictatorial, opresora, totalitaria, con privilegios para una camarilla en el poder, o por otra forma de gobierno democrático, donde se respete las libertades y los derechos universales, naturales, sociales y económicos del ciudadano. Tenemos que reaccionar a lo que ya nos advirtiera Arnold Toynbee: “La razón psicológica permanente para aceptar la dictadura es la circunstancia de que la dictadura exime a todos los individuos del tormento de tener que tomar decisiones importantes”. Seamos responsables de nuestros actos, tomemos nuestras propias decisiones y busquemos sin temor las respuestas que necesitamos dentro de un cambio paradigmático, en el contexto del Paradigma de la Posmodernidad.

*Director de VenAmérica

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