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Educación la base fundamental para el desarrollo

 Neuro Villalobos*

Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para volver a una democracia auténtica, con libertad plena

Ante la terca realidad que nos conmueve no es posible colocarse una venda que haga translúcida la conciencia y se acepte como algo normal la injusticia.

Ya lo advirtió Fernando Savater cuando expresó que “quien sienta repugnancia ante el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación.”. Ciertamente, los países que han decidido asumir responsablemente la educación como base para su desarrollo han logrado en un tiempo relativamente corto, ponerse a la vanguardia de quienes muestran mayores niveles de bienestar de su población. Podemos tomar como ejemplos a Japón, Finlandia y Singapur como países que decidieron apostar por mejorar su sistema educativo, y hoy sus cifras de crecimiento están entre las más altas del mundo y las de desempleo entre las más bajas.

Andrés Oppenheimer argumenta que mejorar sustancialmente la educación en todos sus niveles, así como desarrollar la ciencia, la tecnología y la innovación, no son tareas imposibles, sólo que los países latinoamericanos están demasiado inmersos en una revisión constante de su historia, lo cual no es malo, digo yo, pero los distrae de lo que debería ser su prioridad: mejorar su sistema educativo.

Los seres humanos, y mucho más quienes asumen el rol de líderes, tenemos mucho que aprender del proceso de renovación vital de las águilas, que aún cuando parezca largo y doloroso, debemos resguardarnos por un tiempo y reflexionar sobre los avances que se suceden en el mundo, de todo tipo,  y sobre todo, de nuestra actitud ética. Sólo después de ese largo y penoso proceso de renovación, podríamos continuar, como las águilas, nuestro vuelo victorioso. Solamente libres del peso del pasado, después de habernos desprendido de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos han causado dolor y superado la encorvadura de los errores y barbarismos del presente, podemos entonces aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

No hay duda, como afirma Víctor Guédez, de que en una realidad oscura, azarosa y ruidosa como la nuestra es más difícil decidir y, en consecuencia, se imponen nuevos enfoques interpretativos acompañados por renovados afianzamientos de principios y valores. Pongamos atención a lo que también nos dice Alvin Toffler, “los analfabetas del siglo XXI no serán los que no puedan leer y escribir, sino quienes no puedan aprender, desaprender y volver a aprender”.

Recordemos que si no sabemos lo que queremos, no sabemos lo que necesitamos. Urge clarificarse sobre lo que verdaderamente queremos: Una libertad plena. No puede haber libertad donde reina la miseria, y una de sus expresiones más evidentes es la ignorancia. Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción, decía nuestro Libertador Simón Bolívar y Fedor Dostoievski señalaba que en la miseria no hay, ni ha habido nunca quien conserve intactos la nobleza de sus sentimientos.

Como ya lo he escrito antes, la miseria no sólo la provoca la carencia de bienes materiales indispensables para sobrevivir, hay una carencia mayor, que es la de principios y valores que nos orienten en la vida, es la miseria espiritual, la miseria Del Alma. Por eso hay que insistir que hay que educar para la libertad. Educar para vivir en democracia. Enseñar a discutir, formar ciudadanos demócratas inconformes, pero, conforme a lo que los valores democráticos prescriben. Despertar la inquietud por el destino personal apegado a los valores individuales, sin desconocer las exigencias armonizadoras con los valores sociales, entre los cuales los democráticos son esenciales. Dicho en palabras de Savater: “Buscar en común una verdad que no tenga dueño y que procure no hacer esclavos”.

Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para volver a una democracia auténtica, con libertad plena, “donde la autonomía de la forma y de la norma jurídica debe garantizar que el derecho no se reduce a la arbitrariedad perennizada de la fuerza de la razón de Estado.”, como ya lo ha manifestado Javier Bierdau. Hay que educar pensando en el mañana y en el ejercicio de libertades plenas de todos los venezolanos en el futuro.

*Director de VenAmérica

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