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Venezuela se asemeja a países de África en materia de pobreza y desnutrición. Ya ni siquiera podemos compararnos con países americanos

“La mentira no puede ser base de moralidad, porque es imposible que sea convertida en ley universal”. Fernando Savater

El balance de una tiranía en ascenso es aterrador, sombrío e inhumano. Lo que muchos temíamos, la cruel realidad que nos duele y conmueve, se pone en evidencia a través de los resultados que la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, ENCOVI, registra. Esta investigación la llevan a cabo permanentemente tres prestigiosas universidades venezolanas: UCAB, UCV y Simón Bolívar. En ella llegan a la conclusión de que Venezuela se asemeja a países de África en materia de pobreza y desnutrición. Ya ni siquiera podemos compararnos con países americanos como Guatemala o Haití. Somos el segundo país más desigual y el más pobre de América Latina.

Ya no es sólo en tiempo presente, lo peor son las secuelas a mediano y largo plazo ya que según revelan dichas indagaciones, ningún estrato social llega a consumir 51 gramos de proteína al día; el 30% de los niños registra desnutrición crónica y el 44% de la población está en inactividad económica, lo cual no les permite generar ingresos para sobrevivir. El ingreso promedio de los que tienen ocupación es apenas de 0.72 dólares diarios, en consecuencia, la denominada pobreza multidimensional pasó de 51% en 2018 a 64.8% en 2019. La pobreza de ingreso se ubica en 96%, y el 79.3% de la población se encuentra en pobreza extrema, es decir, que su ingreso no le alcanza para cubrir la canasta alimentaria, lo cual se agrava con el aumento exponencial de la inflación y la caída del producto interno bruto que ha sido de un 70% desde el año 2013 al año 2019.

El balance destructivo de la tiranía sigue en ascenso, su misión está incompleta a pesar de que un millón de venezolanos por año emigró, salió a deambular por el mundo, extrañado de su patria, la cual ha visto reducida su población a 28 millones de almas al garete. Produce mucha tristeza constatar que nuestra población migrante se ubica en su mayoría entre los 15 y 29 años, y va en aumento la que se encuentra entre los 30 y 40 años, que es la etapa más productiva del ser humano y la que anda en búsqueda de arraigo.

Es un serio problema humano lo que estamos sufriendo los venezolanos. Es urgente ponerle fin a esta locura. No es ético y es inmoral seguir mirando para los lados. El apoyo no puede seguir siendo meramente declarativo esperando que ocurra un milagro que ni el beato José Gregorio Hernández, con su cercanía a Dios puede conseguir. Somos los demócratas venezolanos con la ayuda de los demócratas de otras latitudes, en acciones conjuntas y coordinadas, los que podemos lograr el rescate de la libertad y el cese de la usurpación por parte de las mafias políticas y delincuenciales propias e internacionales que siguen succionando lo poco que nos queda de nación.

El historiador alemán Georg Eickhoff, conocedor de lo que ocurre en Venezuela y lo que ha ocurrido con otras tiranías en el mundo, nos dice que es necesario “sobrevivir y vencer”, que ambas cosas son posibles en Venezuela, pero, con todo respeto, la tiranía que nos agobia tiene características distintas y no funciona en base a principios. Además, tiene quien la ayude en todos las formas posibles. Nuestra democracia, por ahora, no. Sus métodos en esta lucha desigual lucen inútiles.

El autor es colaborador especial de VenAmérica

nevillarin@gmail.com – diariolasamericas.com/  14 de julio de 2020

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